martes, 4 de febrero de 2014

Dolor

El frío produce quemaduras. Por eso al atravesarse el pecho con un témpano de hielo cortante le abrasaba el corazón

Lealtad

«Me gustaría poder controlar tus aguas en un recipiente para evitar tus mareas y conservarte uniforme. Aun no sé cual de las dos fases marinas me aterra más. Sin embargo te dejo libre tan solo sometida a los caprichosos influjos de la luna porque quiero que fluyas y no que te estanques. Sabes que te amo...». Besó su rostro en el espejo.

Deidades

«¿Quién se esconde tras el claroscuro?» «Es un gato tembloroso huyendo de aquel roedor. Baco le cubre con su manto de licores y exceso, pero es el dios equivocado para aplacar sus temores» «Tal vez si Marte se postrara a su lado...» «Te confundes. La fuerza externa no le rescatará de su infortunio cobarde. Tan solo hallará consuelo embriagado del Santo Grial de Afrodita»

Tropiezos

Me crucé contigo cabizbaja sin saber porqué. Era uno de esos días en los que la fuerza del pecho se sostiene implacable desde la garganta hasta el pulmón y cada célula invisible de mi psique me incitaba a pasear a un ritmo decreciente junto al torrente de agua fría en el que ansiaba encontrar una mirada del Principio Único más misericordiosa que de costumbre. No acerté a apreciar tu género hasta que me acerqué aun más a ti. Apenas habías cumplido los treinta, pero la ropa rasgada y sucia hacían que te desplazaras con la pesada gravidez de un muerto. Imaginé cómo habría sido tu pelo lavado, aquel que nacía bajo el gorro de lana y cubría parcialmente tus mejillas, cuando tiempo atrás tu casa era más que aquel carrito roido del que asomaba un paraguas negro invertido y un bolso cuidado que dejaba entrever una etapa mejor. Me sonreiste con la cara joven y manchada. En ese momento dejé de tratar de apiadarme de mí. No pude sostenerte la mirada.

Duda

«¿Vas a quedarte a mi lado?» -le preguntó mientras asía con fuerza la taza de café. «No lo sé. Se aproxima una brisa gélida por el septentrión». «Entonces estamos de suerte. Es Eolo que viene a bendecirnos »

domingo, 2 de febrero de 2014

Luz

Arrancó el coche con el que se deslizó por encima de aquella superficie. El verde del asfalto asemejaba el musgo intentando nacer de la roca, aquella que llevaba más de siete años tratando de pulir. Curioso color el verde, equidistante entre el rojo y el azul, y cuya profundidad según Kandisky daba la impresión de reposo terreno y autosatisfacción. Ahora el destino, sin querer evitarlo, le había llevado a transitar por él.